La rata se cubría de la lluvia con una enorme hoja que usaba sobre su cabeza como un sombrero de bambú. La plateada lluvia tamborileaba sobre el verde translucido. Las perladas gotas de lluvia se veían muy bonitas.

La rata miró fijamente a Yoko con una ligera expresión de conmoción. No parecía que intentara atacarla. Su cuerpo era más robusto que el de un roedor y su pelaje era una mezcla de castaño claro con gris. Yoko sentía ganas de acariciarlo. Las gotas de lluvia decoraban su afelpado cuerpo, asemejando pequeños diamantes. El cabello cubría todo su cuerpo, desde su cabeza hasta su larga cola, y aunque parecía una rata, probablemente no lo era.

La rata jaló los largos pelos de su bigote, se acercó a Yoko caminando sobre sus dos patas posteriores, como lo haría una persona. Se inclinó sobre Yoko y tocó su hombro con una de sus pequeñas patas delanteras.

"¿Se encuentra usted bien?"

Yoko parpadeó algunas veces. Ella escuchó la voz de un joven que definitivamente provenía de la rata. Con una expresión de curiosidad la rata arqueó respetuosamente la cabeza hacia ella y preguntó:

"¿Qué le sucede?"

"¿Usted no se puede mover?"

Yoko observó los ojos del roedor y sólo pudo mover su cabeza en forma de negación. Quizá porque no se trataba de una persona ella se permitió bajar la guardia.

"Entiendo". El roedor extendió su brazo ofreciendo ayuda con su pequeña pata delantera.

"Intente lo mejor que pueda, mi casa no está muy lejos de aquí".

Ah... Suspiró Yoko. Un suspiro de alivio por ser rescatada o quizá de desilusión, por el momento ella no podía estar segura.

"¿Lo intentamos?" dijo la rata.

Ella intentó sujetar su mano, pero sólo pudo mover la punta de sus dedos. La rata tomó la mano fría de Yoko con su pequeña pata delantera.