El área residencial de los oficiales se extendía hacia el sudoeste. Los edificios rodeaban un patio en ángulo recto, pero la altura entre ellos era cambiante. Todos se interconectaban entre sí y formaban un inmenso espacio público. Había una oficina de Seicho justo en la esquina. Hisho había sido designado recientemente y recibiría su asignación allí.

Hisho visitó la oficina de Seicho correspondiente a su zona de residencia en el mes de julio, del año 7 de la era de Yosei según el calendario de Kei. El oficial de menor rango, que era un recepcionista, atendió a Hisho y lo llevó hacia una de las sillas del fondo.

El cuarto estaba construido en torno a un enorme balcón. Más allá del balcón tallado en piedra, se extendía un inmenso precipicio. En una esquina del balcón había un viejo sauce, cuyas hojas colgaban de las ramas como cabellos desgreñados. Un ave de estilizada figura, se encontraba bajo el árbol. El pájaro volvió su cuello hacia el fondo del valle y permaneció inmóvil, como si considerara algo.

Hisho se preguntaba, qué podría estar mirando. El ave no parecía dormir. ¿Estaría mirando el mundo de abajo? Aunque no era visible desde el lugar donde él estaba, el paisaje del mundo, debía extenderse a todo lo ancho en el campo visual del pájaro. La ciudad lánguida por el calor, los campos afectados por el clima y las desgastadas colinas que la rodeaban, debían ser los elementos que conformaban aquella escena.

Probablemente el ave, sólo observaba la desolación.

Él no entendía en que podría estar pensando el pájaro, tal vez sólo estaba allí contemplando la desolación. ¿Acaso el emplumado observador, estaría ansioso por algo?

Le hizo recordar a una mujer que él conocía. No porque la mujer se pareciera a un pájaro, sino porque él la había visto observando la escena del valle en esa forma. Ella nunca mostró señales de estar ansiosa por algo, ni tampoco había tenido la intención de detenerse a contemplar el paisaje.

Ella dijo "¿Es inútil preocuparse por la desolación del mundo de abajo, cierto?" se rió, arrojó una pera y agregó "me he vuelto indiferente a la tristeza que cubre el país, y ya no quiero ver las cosas crueles". Hisho no compartía esa actitud, pero por alguna razón la extraña pose del pájaro le hizo recordar a esa mujer.

Mientras él contemplaba al ave, escuchó unos pasos inquietos. El sonido sorprendió al pájaro que se alejó volando. Cuando él observó a su alrededor pudo notar que un hombre, de apariencia modesta, ingresaba al cuarto.