La bestia parecía un enorme perro alado de cuerpo blanco-plata y cabeza negra. Su blanco pelaje estaba cubierto por hollín y numerosas manchas de color rojo oscuro. Su pelaje negro estaba rasgado o muy maltratado. Sus plumas blancas estaban desgarradas y sucias, mientras que las negras se agrupaban en tiras. La bestia estaba tendida en el suelo, agotada. Aún así no se rendía y continuaba moviendo sus alas levemente, intentando batirlas para alcanzar la puerta. Junto al noble kijyu se encontraba una figura humana, en un estado tan lamentable como el de su bestia: herida, sucia y exhausta. Confundido, Toshin buscó con su mirada a Gaishi. Él se encontraba de pié al frente de la guardia, con su lanza lista para confrontar a un posible enemigo o monstruo. Un instante de confusión, atravesó la multitud. Gaishi levantó su mano como orden de espera hacia los soldados que se encontraban a su alrededor. Soltó su lanza y se arrodilló junto al jinete. "¿Se encuentra usted bien?" Al oír la voz de Gaishi el jinete levantó su cabeza. En ese momento Toshin pudo ver que se trataba de una mujer. Ella era alta, su piel estaba áspera y poseía una armadura de cuero desgastado. Lo poco que quedaba de su armadura, estaba decolorada, sucia y rasgada por el combate al igual que su bestia. "¿Puede usted entenderme?" "¿Cómo llegó hasta aquí?" La mujer emitió un pequeño quejido e intentó sentarse. Cuanto ella realizó el esfuerzo, Toshin notó que sus brazos estaban lacerados con heridas profundas. Gaishi volvió a tomar su lanza con cierta inseguridad. "No se mueva, lo lamento, pero no puede continuar avanzando". "Estas son las Puertas Prohibidas". "No se permite que personas de origen e intensiones desconocidas las atraviesen". La mujer miró a Gaishi como intentando adivinar sus intenciones. Ella respondió con una suave inclinación de cabeza. Gaishi la desarmó, quitando la espada de su cintura y entregando esta a Toshin. Gaishi volvió a bajar su lanza. Con un quejido la mujer intentó levantarse nuevamente, y esta vez lo consiguió. |